Tutti Frutti: El templo del underground; crónica de un regreso eléctrico

Publicado el 13 Agosto 2025
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Tutti Frutti: El templo del underground; crónica de un regreso eléctrico

Por Karen Vargas

El sábado 2 de agosto de 2025, FARO Cosmos se convirtió en un espacio de reunión para quienes aman el cine, la música y las historias que se gestan fuera de lo convencional. Minutos antes de las 17:00 horas, el vestíbulo comenzó a llenarse de diálogos animados y miradas expectantes. El motivo: la proyección especial de Tutti Frutti: El templo del underground, un documental que captura la memoria y la energía de un recinto que marcó a toda una generación.

La asistencia superó todas las expectativas: 162 personas abarrotaron la sala, obligando a colocar sillas adicionales de manera improvisada para que todos pudieran disfrutar de la actividad. El ambiente fue una mezcla de reencuentro y descubrimiento: veteranos que habían vivido de cerca la época dorada del Tutti Frutti compartían espacio con jóvenes atraídos por la leyenda y el misticismo. Entre ellos, una seguidora confesó, visiblemente emocionada, que ya había visto el documental cuatro veces, testimonio vivo del impacto que este emblemático bar sigue teniendo en la actualidad.

La actividad, organizada por PROCINECDMX en colaboración con FARO Cosmos, abrió con las palabras de bienvenida de Abril Alzaga Magaña, directora general de PROCINECDMX. Con calidez y entusiasmo, dio paso a la proyección que sumergió a la BLACKBOX en penumbra. En la pantalla, las imágenes y sonidos llevaron a los asistentes a una época irrepetible, cargada de rebeldía, un espíritu colectivo y una estética irreverente que aún inspira.

Al concluir la función, los aplausos fueron intensos y prolongados, y abrieron paso al conversatorio moderado por la periodista y escritora Patricia Peñaloza. Con su característico estilo irreverente, Patricia guió la charla con los invitados Laura Ponte, codirectora y productora del documental; Brisa Vázquez, cofundadora del Tutti Frutti y baterista de Los esquizitos; José Luis Paredes Pacho, músico e investigador; Alejandro Guerrero Massad, fotógrafo; y Angus Alejandro Corona, historiador e investigador; quienes compartieron anécdotas y reflexiones que revelaron no solo la historia del bar, sino también el contexto cultural y social que lo hizo posible.

Uno de los momentos más entrañables de la charla lo protagonizó Brisa Vázquez, quien, entre risas y cierta timidez, reveló un secreto guardado durante años: ella había diseñado un cartel que aparece en el documental y que, en una escena, Danny Yerna lo califica con ironía como uno de lo más creativos que había visto. La observación se entendía como una broma y Brisa nunca había admitido públicamente su autoría, hasta ese día, frente a la audiencia, cuando decidió que era el momento perfecto para confesarlo. La sala estalló en carcajadas, reconociendo su sinceridad.

La sesión de preguntas y respuestas que siguió al conversatorio demostró que el público no solo quería escuchar, sino también participar. El micrófono pasó de mano en mano sin descanso, entre comentarios, agradecimientos y curiosidades. Una de las preguntas más interesantes imaginó un escenario alterno: si el Tutti Frutti siguiera abierto, ¿cómo sería hoy en día? Los invitados reflexionaron sobre cómo el bar podría adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia contracultural. Otra pregunta inevitable fue sobre la última noche del lugar, que describieron como una velada cargada de nostalgia y tristeza, pero también de gestos afectuosos: los presentes pudieron llevarse objetos como pósters, piezas de decoración —incluyendo unas peculiares manos de maniquí— y pequeños recuerdos que hoy son tesoros invaluables.

Al cierre, Kenia Pulido, representante de FARO Cosmos, agradeció la colaboración de PROCINECDMX y la energía del público, que mantuvo viva toda la jornada. Todo culminó con firmas de boletos y fotografías, charlas espontáneas entre pasillos y una foto grupal que selló el espíritu de festividad que se vivió esa noche.

Este encuentro fue más que una exhibición o un ejercicio de memoria. Fue una reafirmación del papel vital que tienen este tipo de espacios para preservar la herencia de la capital. Nos recordó que el underground no es solo un momento del pasado, sino una forma de habitar el presente y de construir comunidad en torno a la creatividad, la autenticidad y la libertad.

En un mundo cada vez más acelerado y uniformado, estas actividades funcionan como anclas que nos hacen valorar lo que somos capaces de crear cuando se nos permite imaginar sin límites. El séptimo arte, la música y el arte no son lujos ni adornos: son motores que impulsan la reflexión y la empatía. Representan un patrimonio colectivo que nos da identidad, nos conecta con nuestra historia y nos ofrece herramientas para soñar futuros distintos. Quedó claro que la cultura no solo se preserva en archivos o museos; permanece viva, se reinventa y se fortalece cada vez que la sociedad se reúne para celebrarla.